“Buenos días, señor Xylt”
La voz, le es familiar al sujeto. Es la misma que le había dado la bienvenida a aquel extraño lugar, ese al que habían llamado “Mundo” días atrás.
Sintió algo al escucharla, una mezcla entre reconocimiento, felicidad y simple curiosidad, que no supo descifrar. Ni siquiera sabía qué eran los sentimientos. Se llevó una mano al pecho y la cerró con fuerza, intentando agarrarlos entre sus dedos ¡Ojalá no fuesen tan difíciles de contener!
“Póngase en pie, y atraviese la puerta que frente a usted. Si ha olvidado cómo caminar, recuerde:
primero un pie, después el otro”
Dió las gracias a aquel simple recordatorio, y, como iluminado, se puso en pie y caminó hacia la puerta, por la que una leve luz entraba a través de una rendija abierta.
- Tú de nuevo... - Susurró al pequeño rayo, oportuno.
Sabía que sería molesto, pero atravesó la puerta poco a poco, intentando acostumbrarse al dolor, con una mano sobre su rostro.
Al fin, lo consiguió, y pudo ver lo que a través de la puerta había. No era la sala de la que había venido, aquellos días atrás que apareciese en el Mundo.
Sabía que sería molesto, pero atravesó la puerta poco a poco, intentando acostumbrarse al dolor, con una mano sobre su rostro.
Al fin, lo consiguió, y pudo ver lo que a través de la puerta había. No era la sala de la que había venido, aquellos días atrás que apareciese en el Mundo.
“No tema nada señor Xylt, está usted a salvo. Camine hacia el frente”
El señor Xylt, algo cohibido, caminó hacia su frente y entró por completo en la sala. La puerta, se cerró tras él.
La sala, era más bien un pasillo: uno lleno de puertas. Al menos una veintena, a cada lado, paralelas entre sí. Las paredes eran blancas como la nieve (¿Nieve? ¿Conocía esa palabra?) y sólo los pomos de las puertas negros, con éstas de color metálico oscuro.
Al final del pasillo, una ventana, con lo que desde su posición, y visión aún semi borrosa, parecían barrotes en ella.
Xylt, caminó curioso hacia ella, en lo que se le hizo un paseo infinito por el extraño lugar. Y al fin, llegó.
Agarró los barrotes con sus manos, y pudo notar el calor que emitían. Era cómodo... y le gustaba. No quería soltarlos.
A través de la ventana, pudo ver algo verde, inmenso y brillante... que no conocía. Pero era hermoso.
- ¿Qué es...? - susurró en voz baja hacia los barrotes - ¿Sabéis lo que es?
A través de la ventana, pudo ver algo verde, inmenso y brillante... que no conocía. Pero era hermoso.
- ¿Qué es...? - susurró en voz baja hacia los barrotes - ¿Sabéis lo que es?
No hubo respuesta alguna. Sorprendente.
El señor Xylt, simplemente se mantuvo allí, en pie, mirando a través de los barrotes sin soltarlos un solo segundo, completamente anonadado. Sin estar preocupado, por no comprender nada.
- Gracias por ésta sensación... - masculló de nuevo al frío metal.
Miró serio entonces a “Aquellos” a quien hablaba, las barras, y con voz firme preguntó.
- ¿Puedo hacer algo yo por vosotros?
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