“Acceso
a edificio no autorizado”
“Acceso a azotea no autorizado.
Identificado sujeto no autorizado”
En menos de un segundo, frente a él se materializó la figura de otro hombre, más alto y robusto, que no se ocultaba. Su pelo cortado al raso le daba un aspecto de militar bastante impactante, y sus ojos castaños y oscuros eran profundos como la noche en la que se encontraban.
- Tus métodos se vuelven anticuados Alex. - Se dirigió el recién aparecido con voz neutra al que estaba oculto por las sombras. - Te han pillado incluso antes de aparecer.
- Si crees que no me lo esperaba es que no me conoces lo suficiente – Contestó Alex mientras salía poco a poco de las sombras. Se retiró la capucha y dejó a la vita sus ojos zafiro entrecerrados para evitar el dolor de la luz y aún medio tapados por sus cabellos negros. Extendió su mano y la entrechocó con la del contrario a modo de saludo. - Ese corte de pelo te favorece Sam.
- Ojalá pudiese decir lo mismo – contestó Sam con una medio sonrisa.
Entre ambos se sucedió un silencio solo roto por las repetidas voces que resonaban dentro del edificio por los altavoces, anunciando su llegada.
- Está con ellos. - Sentenció Sam mientras le ponía la mano en el hombro a su compañero.
- Dónde. - Respondió Alex con la mirada fija y amenazadora clavada en sus ojos.
- No me has entendido compañero... - Sam rectificó sus palabras agachando la cabeza, visiblemente dolido. Lo que diría sabía que desataría la ira y la duda de Alexander, pero no tenía otra opción. - No la han capturado. Está con ellos, por voluntad propia.
Alexander unió a las cejas a modo de interrogación. ¿De qué estaba hablando? Eso no era posible, de ningún modo, no lo era. Y a la vez... Tenía su lógica.
- Solo dime dónde. - Respiró hondo un par de veces mientras escuchaba como tras la puerta a sus espaldas el ruido se intensificaba.
- En la torre Espacio. Ahora es su sede y estará completamente vigilada, no es como ésto, no podrás usar su portal. - Sam parecía ver venir lo que Alex estaba pensando y de nuevo le aferró por los hombros - ¡No puedes! ¿Me oyes? Antes de que llegues ya tendrán a cien hombres apuntándote con las armas, no seas estúpido.
Alex se liberó de su agarre y se acercó al borde de la azotea. Desde allí la visión de la ciudad era impactante, y la torre gemela frente a la que se encontraban les observaba paciente.
Sacó algo de su bolsillo y lo lanzó contra el suelo para después girarse de nuevo hacia Sam con una sonrisa. Aquella sonrisa que no había visto desde hacía años...
- ¿Y quién te ha dicho que vaya a usar su portal? - La puerta comenzó a temblar bajo los golpes del ariete que parecían haber llevado para tirarla abajo. - Ven conmigo Sam. - Dijo mientras se enganchaba al cinturón el otro lado del objeto que había enganchado al suelo. Sam se dio cuenta entonces de lo que se proponía y echó el rostro hacia atrás con un gesto de desaprobación.
- Estás loco... - Dijo justo antes de notar como la puerta comenzaba a ceder. - Y por tu culpa lo acabaré estando yo.
Alexander sonrió mientras veía cómo Sam le imitaba y colocaba su garfio contra el suelo para ponerse de espaldas a la calle, metros y metros bajo sus pies.
Ambos se miraron y asintieron a modo de afirmación justo antes de que la puerta cayese abajo y de ella saliesen más de diez hombres armados hasta los dientes seguidos. Y se lanzaron al vacío.
El choque contra el suelo de ambos fue ligero, y se soltaron de los garfios tan rápido que pareció que nunca lo hubiesen tenido. Alexander se giró y salió corriendo hacia la parte trasera de la torre mientras Sam le seguía.
- ¡Espero que tengas un plan! - Gritó mientras intentaba seguirle el paso, siempre más rápido que el suyo.
Alexander se detuvo justo delante de un callejón y le miró con esa sonrisa una vez más. Nunca le había inspirado confianza aquel gesto, pero lo había echado tanto de menos que no pudo evitar devolvérselo.
- Siempre tengo un plan. - Desapareció en el callejón, y a los pocos segundos restalló el sonido de un motor en marcha. Poco después emergía Alexander de su interior conduciendo una moto negra que, por los cálculos que Sam hacía, debía llevar allí aparcada meses, desde su última incursión. Alex le hizo un gesto para que subiese mientras le lanzaba un casco.
- ¿Esperabas compañía? - Preguntó Sam mientras se asombraba porque tuviese un segundo casco con él.
- Sí. - Dijo Alexander mientras esperaba que Sam subiese tras él, y una vez estuvo bien sujeto giró el rostro. - A ti.
La
moto aceleró a la velocidad del rayo mientras Alex gritaba de
euforia por sentir al fin la adrenalina en su cuerpo y atravesó la
calle de lado a lado sin miramientos, conforme Sam daba las gracias
al cielo porque no hubiese coches a esas horas de la noche por la
calle, o habría sido todo una catástrofe.
Sabían ambos, que en ese momento, todo su viaje comenzaba...
Sabían ambos, que en ese momento, todo su viaje comenzaba...
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Sí, es el comienzo de aquel libro del que un día hice precuela. ¡Sí señor, al fin me puse con ello! Aunque temo decir que llevaba bastante más que ésto escrito y todo se me borró, y ya sabéis, cuando eso ocurre... Se te quitan las ganas de todo. A partir de ahora, creo que iré subiendo poquito a poquito lo que vaya teniendo, así me aseguro de que no vuelva a pasar.
¡Un abrazo, y que lo disfrutéis, los que lo aguantéis!
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