La pelirroja no tenía mucho tiempo, y era consciente de ello. Miraba a sus lados completa y visiblemente nerviosa mientras se mordía las uñas de su mano derecha, ya a flor de piel. Se aferraba la bata blanca, su única ropa en el momento, contra el cuerpo con fuerza.
Al
fin, apareció la persona que esperaba, y de un salto corrió hacia
ella, casi desesperada.
- ¿Lo
has traído? - preguntó casi a la desesperada, agarrándole de
la camisa.
- Estás
viva...- Susurró el extraño con una voz de auténtico asombro.
- ¿No
es obvio? ¡Claro! ¡Esos cabrones mintieron en todo! ¿Lo has traído
o no?
- Sí,
pero... - Apenas pudo terminar de hablar cuando la chica le
asaltó los bolsillos hasta encontrar lo que buscaba: un detector de
metales.
Sin
que tuviese siquiera tiempo de reaccionar, Nazo pudo ver ante él
como la muchacha comenzaba a quitarse la ropa a una velocidad
pasmosa, sin reparo alguno. Le dio la espalda, azorado, y a la vez
completamente anonadado por lo extraño de la situación.
- Arisa...
Todos creen que has muerto. Alejandro, tu hermana, tus padres...
- Eso
ya no será problema - susurró con desprecio la muchacha
mientras se pasaba el detector de metales por el cuello.
Nazo
permaneció en silencio unos segundos, sabiendo que no tenía que
preguntar acerca de aquello, pero no podía evitarlo. A éstas
alturas, ya había escuchado noticias de última hora en las
pantallas de las calles, pero había preferido hacer caso omiso de
ellas. Era tarde.
- Los
has matado - zanjó de golpe.
Arisa
detuvo sus movimientos unos segundos, mirando al horizonte. Las
palabras parecían pesar mucho más duro de lo que a ella le había
parecido... mucho más.
- ...
Sí. - suspiró mientras se giraba para ponerle la mano en el hombro
a Nazo. Curiosamente, no se apartó. - Están con ellos.
- ¿Aún
sigues creyendo que hay una compañía que secuestra gente? -
preguntó sin miramientos.
- Y
ahora tengo pruebas de ello. - Puso el detector de metales en la
mano derecha de Nazo, pegando su pecho a su espalda, y le susurró al
oído - Ayúdame y lo verás.
Nazo
no comprendía absolutamente nada de lo que estaba ocurriendo.
Estaba, para empezar, completamente anonadado por el hecho de que
Arisa siguiese con vida, y libre... Y desnuda en mitad de un
descampado. Por dios, le había llamado a su número personal a las
cuatro de la mañana diciendo únicamente "Trae un detector de
metal al puente mayor". No entendía nada.
- Pásalo
por mi espalda - Dijo Arisa casi a ras de cuello de Nazo, para
después girarse de espaldas y apartarse la larga melena de ésta.
Había crecido tanto en esos dos años...
Nazo
se giró, indeciso, y con el cuerpo perfilado de la esbelta muchacha
ante él comenzó a pasar el detector de metales sobre su espalda. Al
llegar a la altura de la cadera, éste comenzó a pitar con fuerza.
- ¿Qué...?
- Hijos
de puta ¡Lo sabía! Lo han puesto ahí porque saben que no podré
quitármelo sola. Nazo, necesito que me lo quites.
- ¿Que
te quite el qué? - Preguntó extrañado.
- ¡El
chip de seguimiento! Con él lo controlan todo, dónde estoy, cómo
estoy, qué estoy haciendo... ¡Todo! ¡Soy un marcado!
- ¿Qué
narices es un Marcado?
-[color=#8f3438]
Creeme, pronto lo sabrás. Tal vez incluso también pases a serlo.-
mientras hablaba, caminó hacia la ropa que había dejado en el
suelo, y de uno de los bolsillos de la bata blanca que antes portaba,
sacó un pequeño bisturí. - [color=#8f3438]Ten, úsalo.
- A
ver, vayamos por partes - Apartó las manos del bisturí,
negándose a cogerlo en todo momento -Para empezar, no pienso rajarte
con eso, no se nada de medicina, y para seguir, si tienes un chip
dentro de ti ahora mismo sabrán dónde estás, es una estupidez
quedarse aquí.
- Destrocé
su central de seguimiento y los sistemas de energía alternativos, se
supone que no deberían estar funcionando al menos hasta dentro de un
par de horas, pero no lo se exactamente así que ¡Date prisa!
- No
pienso hacerlo - Sentenció Nazo - No hasta que me cuentes
qué cojones ha pasado.
Arisa,
enfadada pero a la vez exausta, se giró hacia él, implorante. Sus
ojos clamaban la ira junto con el miedo, y le pedían al chico que
hiciese lo que estaba pidiendo. Que no hiciese más preguntas, por
una vez. Su vida dependía por completo de ello.
Sin
embargo, Nazo no parecía querer echarse atrás.
- Te
prometo que te lo contaré todo, absolutamente todo, cuando me hayas
sacado esa cosa de dentro. - Sujetó sus manos entre las de ella
con fuerza. Nazo intentaba evitar con su mirada su cuerpo en todo
momento. - Por favor, Nazo. Te necesito.
Aquellas
palabras fueron como miel en sus oídos. No necesitaba nada más que
aquello, pues escuchar a la orgullosa y desagradecida Arisa tratarle
así, era más que suficiente para saber que le necesitaba. Sin
contar con que jamás le había visto fallar una sola promesa.
Sin
mediar palabra, le agarró de un hombro y le hizo darse la vuelta.
Cuando la tuvo de espaldas la empujó contra una de las columnas del
puente, para que tuviese dónde agarrarse, y le quitó el bisturí de
las manos.
Se
aseguró de tener algo de luz sacando una pequeña linterna que había
traído consigo, poniéndosela con su soporte sobre su oreja
izquierda. Nunca salía sin ella cuando era de noche.
Alzó
la cabeza para mirar unos segundos a la pelirroja, mientras veía
como ella giraba el rostro para atender a sus movimientos tanto como
fuese posible. Aunque intentase no mostrarlo, se la notaba realmente
nerviosa, y desquiciada. Nazo nunca la había visto así.
Y
sin embargo, lo único en lo que podía pensar en ese momento era...
"¿Por qué me ha llamado a mi en lugar de a Alex?" pero no
lo preguntaría, pues no quería saber la respuesta. No la quería
para nada.
- ¿Preparada? -
preguntó agachándose sobre sus rodillas y corroborando una vez más
el lugar donde el supuesto chip se encontraba.
Arisa
asintió ligeramente con la cabeza, y Nazo le clavó el bisturí en
la piel.
La
tensión en el cuerpo de la joven era palpable, y sin embargo su
fuerza no tenía fin. Ahogó sus gemidos de dolor mordiéndose la
muñeca izquierda con tanta fuerza que pronto comenzó a sangrar
haciendo que el rojo plasma cayese por su cuello lentamente.
Nazo
fue tan rápido como pudo, y una vez hubo sesgado la piel asemejando
al tamaño de lo que creía sería el chip, medió dos dedos dentro
para intentar atraparlo, y ahí lo encontró. Era pequeño, pero más
grande lo que el rasgado que había hecho Nazo permitiese su salida,
por lo que tuvo que hacer de nuevo uso del bisturí para sacarlo por
completo. Arisa tenía los ojos en blanco del dolor a esas alturas, y
el chico no se sorprendería si se desmayase... Pero no lo hizo.
Al
fin, sacó el pequeño aparato por completo, y se lo entregó a la
muchacha, la cual mirándolo unos segundos, con lágrimas de dolor en
los ojos, lo lanzó al rio sobre el cual el puente bajo el que se
encontraban pasaba, y se dejó caer en el suelo con todo su peso.
Nazo
procedió a taparla con la bata blanca con la que había aparecido, y
se quitó la chaqueta para entregársela.
Arisa,
lejos de todo agradecimiento, simplemente intentó concentrarse en
dejar de temblar.
- Sekira
está viva - susurró entre dientes - Se escondió de mi.
Creyó que iba a matarla a ella también... qué estúpida. ¿Sabes
que ha desarrollado invisibilidad... solo para ocultarse de mi? -
giró su rostro hacia Nazo, intentando incorporarse poco a poco de
nuevo - Siempre ha sido una criaja estúpida...
Nazo
la ayudó a ponerse en pie poco a poco, hasta que pudo mantenerse por
sí sola. Se puso la bata y la chaqueta que le había entregado el
muchacho, para mirarle de nuevo con la frente perlada de sudor.
- No
puedo llamarte al móvil, te estarán vigilando, saben que me
conocías. Ten cuidado. - Asintió mientras comenzaba a caminar
en la dirección opuesta al centro de la ciudad.
- ¡Me
prometiste que me lo contarías todo! - Nazo la agarró por el
brazo, evitando que se marchase.
- Y
lo haré - Sentenció sincera la pelirroja - Pero ahora me
están buscando con patrullas por toda la ciudad, debo esconderme -
Nazo pareció no estar contento con la respuesta y la aferró con más
fuerza aún - Búscame, serás al único al que deje que me
encuentre.
Aprovechando
el agarre de su brazo, Arisa arremetió contra él, y de un grácil
movimiento le besó la comisura derecha del labio con fuerza,
cerrando los ojos y apretando su cuerpo contra él.
- Te
lo prometo... - Susurró justo antes de desaparecer,
repentinamente, de allí.
Un
único sonido permaneció en el aire mientras Nazo agarraba la nada
con su mano alzada, completamente anonadado.
"Cuida
de ella."
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