miércoles, 7 de diciembre de 2011

"Buenos días, señor Xylt" (II)


Buenos días, señor Xylt”

La voz, le es familiar al sujeto. Es la misma que le había dado la bienvenida a aquel extraño lugar, ese al que habían llamado “Mundo” días atrás.

Sintió algo al escucharla, una mezcla entre reconocimiento, felicidad y simple curiosidad, que no supo descifrar. Ni siquiera sabía qué eran los sentimientos. Se llevó una mano al pecho y la cerró con fuerza, intentando agarrarlos entre sus dedos ¡Ojalá no fuesen tan difíciles de contener!

Póngase en pie, y atraviese la puerta que frente a usted. Si ha olvidado cómo caminar, recuerde:
 primero un pie, después el otro”

Dió las gracias a aquel simple recordatorio, y, como iluminado, se puso en pie y caminó hacia la puerta, por la que una leve luz entraba a través de una rendija abierta.

- Tú de nuevo... - Susurró al pequeño rayo, oportuno.

Sabía que sería molesto, pero atravesó la puerta poco a poco, intentando acostumbrarse al dolor, con una mano sobre su rostro.
Al fin, lo consiguió, y pudo ver lo que a través de la puerta había. No era la sala de la que había venido, aquellos días atrás que apareciese en el Mundo.

“No tema nada señor Xylt, está usted a salvo. Camine hacia el frente”

El señor Xylt, algo cohibido, caminó hacia su frente y entró por completo en la sala. La puerta, se cerró tras él.

La sala, era más bien un pasillo: uno lleno de puertas. Al menos una veintena, a cada lado, paralelas entre sí. Las paredes eran blancas como la nieve (¿Nieve? ¿Conocía esa palabra?) y sólo los pomos de las puertas negros, con éstas de color metálico oscuro.
Al final del pasillo, una ventana, con lo que desde su posición, y visión aún semi borrosa, parecían barrotes en ella.

Xylt, caminó curioso hacia ella, en lo que se le hizo un paseo infinito por el extraño lugar. Y al fin, llegó.


Agarró los barrotes con sus manos, y pudo notar el calor que emitían. Era cómodo... y le gustaba. No quería soltarlos.
A través de la ventana, pudo ver algo verde, inmenso y brillante... que no conocía. Pero era hermoso.

- ¿Qué es...? - susurró en voz baja hacia los barrotes - ¿Sabéis lo que es?

No hubo respuesta alguna. Sorprendente.

El señor Xylt, simplemente se mantuvo allí, en pie, mirando a través de los barrotes sin soltarlos un solo segundo, completamente anonadado. Sin estar preocupado, por no comprender nada.

- Gracias por ésta sensación... - masculló de nuevo al frío metal.

Miró serio entonces a “Aquellos” a quien hablaba, las barras, y con voz firme preguntó.

- ¿Puedo hacer algo yo por vosotros?


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