lunes, 3 de febrero de 2014

Águilas Z

I. ¿Quién eres? ¿Importa eso?.

Platform lights by ilona-lightpainting

Aquella mañana todo parecía mucho más alterado que de costumbre, y ella se despertó mirando a su alrededor como si hubiese estallado una bomba. Recogió sus cosas, despertó a su hermano con un par de zarandeos y le hizo una señal para que mantuviese la boca cerrada.

– Quédate aquí. - Susurró.

Quitó el seguro de su pistola, viendo cómo su hermano se incorporaba y también recogía sus armas y salió de la habitación cerrando la puerta metálica tras de sí, mirando a su alrededor.

No tardó ni un segundo en encender la linterna que siempre llevaba con ella y apuntar a izquierda y derecha, pero no vio nada. Fue entonces cuando le llegaron los claros gemidos lejanos de aquellas criaturas, no tan distantes como debían estar. Corrió hacia el andén de metro, en busca del foco del sonido, y en su final pudo ver, por una de las salidas, como al menos una veintena de esos seres bajaban directamente hacia ella.
Se le heló la sangre.
Estaba completamente paralizada cuando vio a uno de ellos correr, a una velocidad impactante.
No le dio tiempo a reaccionar, cuando
se la echó encima.

– ¿Estás bien? - Preguntó aquel... ¿Ser? ¡No! ¡Ellos no podían hablar!

Era un... Era un humano, aunque no podía verle porque su linterna se había ido a la mierda. Se agachó y levantó a la chica del suelo por la cintura.

– S-Sí...

El hermano salió de su escondite con el arma en ristre, al ver a aquella persona sobre la muchacha. Sobre su hermana.

¡No, tranquilo, es humano!
– ¿... Qué? - Ni él se podía creer aquello.

Bajó el arma justo cuando el grupo de aquellos seres comenzaba a bajar a las vías del tren. 

¡Vámonos! - gritó la chica agarrando a su hermano y al desconocido para salir corriendo por las vías del metro.

Al menos pasarían veinte minutos corriendo hasta llegar a un andén que aún tenía su propia luz de emergencia, y de una patada la chica abrió la puerta de la sala de contadores, rompiendo la cerradura y señalando a su hermano que entrase dentro. Cuando al fin lo estuvo, hizo caso omiso de sus quejas y cerró la puerta
desde fuera, no sin antes abrazarle y decirle con gesto serio “No se te ocurra salir hasta que hayan pasado. Nos veremos en seguida”.
Los seres también corrían, y se les estaban echando encima, pero al menos así se aseguraba de que no se quedasen a por su hermano. Pegó un par de tiros a uno de ellos y siguió corriendo, señalando al chico que corría con ella que la siguiese. Los gritos y jadeos a sus espaldas eran estremecedores, y la luz poco a poco escaseaba cada vez más hasta que llegaron al siguiente andén. Subieron sin pensarlo dos veces.

– ¡A la sala de control! - Gritó ella agarrando del brazo al desconocido y llevándolo escaleras arriba.

Llegados
al fin, ella tuvo que empujar con todo su cuerpo tres veces seguidas, casi partiéndose el brazo, para intentar abrir la puerta sin resultado. Con un “Aparta” el extraño la abrió de un solo movimiento, y entraron dentro, parapetándose con un mueble lleno de ficheros que no le interesaban a nadie.
Ella se agachó y tiró del chico para que se escondiese a su lado, bajo la mesa, pues si los seres les veían a través del cristal estarían perdidos. Pero no lo hicieron.
Los gritos se sucedían, los gemidos, repugnantes, llenaban sus oídos. Los golpes contra el cristal al pasar de aquellos seres se repetían uno tras otro... Pero al fin, hubo silencio.
Pasarían más de veinte minutos hasta que, ella, se atrevió a hablar.

– ¿Quién eres...? - Dijo con un susurro, aún agazapada.
– ¿Importa eso?

No, no importaba. Pero era el primer humano que veía desde hacía meses... Se levantó y se encaminó a la puerta, para apartar el mueble y salir por ella.
– Yo soy Aya... - Se levantó ella tras sus movimientos y salió también por la puerta.

Uno de aquellos seres se había quedado rezagado, y mientras el chico se giraba para mirarla se le echó encima. La chica ni lo pensó, empujó al chico a un lado con los brazos, tirándole al suelo, y levantó la pistola para disparar al
ser a la cabeza, de un solo movimiento. Éste, que parecía un hombre mayor pero bastante deformado, cayó cual saco de patatas hacia atrás, chocándose contra la pared. Aya se giró hacia el chico y le tendió la mano para ayudarle a levantarse.

– Perdona... -
Dijo sintiéndolo por el empujón.
– Soy
Unai.
Sostuvo su mano con fuerza y se levantó del suelo. Al instante, Aya sintió una electricidad descomunal recorrerle la columna vertebral, y apartó la vista haciendo como que comprobaba su cargador.
– Debo... Debo volver a por mi hermano.
– Voy contigo. - Señaló al muerto tras ella con la cabeza y asintió. - Ahora te lo debo.

Y ella no se quejó.


Echó a andar de nuevo hasta las vías del tren en busca de su hermano. A mitad de camino se detuvo en seco, cuando sintió como Unai se agarraba de su mano, entrelazando sus dedos. No sabía por qué lo había hecho, pero no se quejó. No dijo nada. Le encantaba sentir aquello, el contacto humano... Así que continuó su camino, apretando su mano alrededor de la de él, sin saber que desde ese momento... Ya nunca se soltarían.

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