jueves, 27 de febrero de 2014

Águilas Z

II. No me conformaré con ésto.

Fight for your life  by Smaragdi

Caminaban los tres por mitad de la calle, con las armas en ristre, mirando a su alrededor. Todo estaba desierto, tan vacío, desolado y repleto de destrucción, que asustaba. Los coches levantados, las cristaleras rotas, las hojas del otoño campando a sus anchas. Y lo peor de todo... Aquel cielo gris, que permanecía así desde hacía tanto...

– Deberíamos ponernos a cubierto, no tardará en empezar a llover – Dijo Aya – ¿Está lejos el refugio?
– No, es la siguiente calle, ya casi estamos. - Respondió Unai.

Giraron la esquina, y se quedaron clavados en el sitio. Estaba plagado de aquellos seres. Aya tiró de ambos para que se escondiesen tras la pared de nuevo, y mantuvieron un silencio casi inhumano, atentos a todo. No les habían visto, pero sería cuestión de tiempo que les oliesen.
Unai levantó la mano y señaló a la mitad de la calle, donde una puerta blindada adornaba el edificio, en apariencia militar. Ese debía ser el refugio, pero era imposible llegar hasta él. Aprovechando que su hermano vigilaba y no la prestaba atención, Aya le hizo a Unai un gesto con la mirada, que increíblemente, él entendió a la perfección. Les distraerían de nuevo.

– Cuando te diga... – Susurró Aya a su hermano. – Corre hasta la puerta y no dejes de llamar hasta que te abran ¿Vale?

El hermano se le agarró al brazo y negó con la mirada, sabiendo lo que pretendía.

Oye, será como antes, y además no estaré sola ¿De acuerdo? Uno solo no podría despistarles, hay que dividirlos, iremos los dos. No te preocupes.

En un gesto que no creía ni suyo le besó la frente y se apartó de él, señalándole que se escondiese.

Unai y Aya se miraron, asintiendo con la cabeza e incorporándose, y casi al unísono salieron corriendo hacia la calle atestada. Aquellos seres tardaron menos de un segundo en verlos y echar a correr jadeado hacia ellos, y tuvieron que hacer varias piruetas para que no les rozasen.
Cuando al fin llegaron al final de la calle, Aya se giró y silbó con fuerza para que su hermano corriese hacia la puerta. No tardaron en abrirle la entrada haciendo resonar las visagras metálicas, y cuando ella supo que estaba a salvo, volvió sobre sí misma, y se encontró corriendo de nuevo a toda velocidad. El camino se separaba, Unai le lanzó una última mirada para girar hacia la izquierda mientras ella lo hacía por su derecha, los seres se dividieron de forma patosa y abrupta.

Ni ellos sabrían cuanto tiempo pasaron corriendo ni cuántas de aquellas criaturas les seguían, pero cuando al fin se encontraron en lo alto del puente de la autopista, supieron que habían hecho mal, pues estaban corriendo de frente el uno contra el otro sin ninguna salida.
Se detuvieron en seco a menos de un palmo de distancia y se miraron con la respiración descontrolada, escuchando a los seres gritar tras ellos y sintiéndose completamente acorralados.

Era el fin... Pero Aya estaba tranquila, pues su hermano estaba bien, y a fin de cuentas, si aquella iba a ser su forma de morir...

Se alzó sobre sus pies, y agarrándose a la chaqueta de Unai se inclinó sobre éste de forma rápida para que no pudiese preverlo... Y le abrazó. Con la fuerza de un terremoto.
Los sentidos de Aya se habían abotargado, su cuerpo entero ardía mientras su estómago sentía que no necesitaría protección nunca más si podía abrazarle de aquella manera, y su mente viajó a un mundo lejano donde no existía el dolor, el miedo... En el que aquellos seres nunca habían sido reales. Sintió la necesidad de cortar el momento cuando la alerta pudo más que todo aquello, y atendió al gesto de Unai totalmente anonadado por lo que acababa de hacer, mirándola sin palabras.

Entonces sí, estaba lista. Sacó las armas que tenía, una en cada mano, y se giró sobre sí misma apuntando al primero de aquellos que se le iba a echar encima. No pretendía morir sin luchar, si aquel era su final sería el mejor que hubiese existido nunca, y sonrió ladina preparada justo cuando sintió unos brazos aferrarse a su cintura. Los de Unai.

Giró el rostro por encima de su hombro y le miró, sin entender qué hacía, pero antes de poder preguntar nada él la sonrió y le guiñó un ojo.

– Si crees que pienso morir aquí... ¡Vas lista!

Tiró de Aya hasta acercarse peligrosamente al borde del puente y cuando sintió sus pies casi en el aire, la giró para tenerla de frente y la volvió a abrazar con fuerza, susurrándole al oído.


No me conformaré con ésto.

Y la estrechó contra si, cerrando los ojos y obligándola a pegar el rostro contra su pecho para que no pudiese ver nada... Mientras daba un paso atrás y caían juntos al vacío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario