domingo, 2 de marzo de 2014

Águilas Z

III. Agua y sangre.

Shower by AWishperOfLove

Aya ni siquiera tuvo miedo cuando se arrojaron al vacío, su mente le intentaba decir que estaba en peligro pero el ruido de su corazón bombeando lo opacaba todo. Los brazos de Unai contra ella le robaban cualquier pensamiento válido en su mente, y disfrutó del momento como si fuese una eternidad, cuando seguramente no serían ni dos segundos. Fue entonces cuando el golpe la sacó de su ensimismamiento. El agua le apartó de él. Pataleó como pudo ¿Agua? ¿Había un río debajo de aquel puente? Salió a duras penas del asfixiante líquido hasta alcanzar el aire y miró a su alrededor. ¡¿Dónde estaba Unai?! Pudo ver algunos de esos seres cayendo al agua tras ellos ¿Sabían nadar? Nunca lo había comprobado... Pero en aquel momento le daba exactamente igual.

– ¡¡¡
UNAI!!! - Gritó entre los movimientos tan frenéticos del agua.

Aquel río, que había permanecido casi seco durante años, ahora estaba embravecido, salvaje e indomable, como si la presa que lo mantenía hubiese estallado a pedazos. Y seguramente, así debía ser.

Antes de poder seguir buscando, uno de los rápidos la hizo hundirse hasta chocar contra el suelo y
las rocas alrededor, repetidas veces. Quiso agarrarse a algo, pero parecía imposible. No podía creer que ese era su final, no mientras no le encontrase a él, aún si el pecho le ardiese a cada segundo que pasaba. Consiguió agarrarse a algo sólido, y asomó la cabeza tomando aire con dificultad para después subirse lo que quiera que le había salvado la vida. Resultó ser un camión de hormigón, que el agua parecía no haber podido arrastrar del todo. Cuando al fin consiguió salir, a duras penas, tosió para poder respirar con normalidad y le buscó.

Su corazón se paró cuando vio un bulto flotar.
Reconoció el azul cielo de la camiseta de Unai. Se lanzó tan rápido contra él como su cuerpo le permitió, ignorando el dolor, el frío y el peligro, y luchó contra la fuerza del agua hasta llegar a él. Le agarró de la cintura y se hundió bajo el agua para tirar de su cuerpo, haciendo que así flotase y no le entrase más agua en los pulmones. Empujó, nadó, pataleó, casi gritó en silencio bajo el agua que la ensordecía y la hacía chocar contra todo lo que había a su alrededor, pero una fuerza que no parecía suya tiraba de su cuerpo, solo para ponerle a salvo. Y al fin, como si su mayor deseo hubiese tomado forma, dio con la mano contra algo a lo que pudo aferrarse. Al momento sintió un golpe en la pierna de la fuerza de un bateo en béisbol, pero no se paró a comprobar qué había ocurrido, solo se molestó en sacar a Unai del agua a tirones y empujones. Consiguió que más de tres cuartas partes de su cuerpo estuviesen fuera y se lanzó a su lado, sobre el césped. Un reguero de sangre bajaba por la ladera hasta fundirse con el torrente masivo de agua... ¿Estaba herido?

– No puedes hacerme ésto... - No sabía si hablaba para él, para sí misma, para el mundo...
Aya se echó sobre su cuerpo practicándole los primeros auxilios. Una, otra y otra vez. Dos minutos. Cinco minutos. Seis minutos, su corazón estaba paralizado del miedo pero le pasaba oxígeno a los pulmones de un modo casi autómata, empujándole el pecho sin descanso, y entonces... Tosió. Al fin tosió. Aya le empujó para ponerle de lado y le hizo toser más aún ayudándole con un par de palmadas en la espalda.

– ¿
A-Aya... ? - Unai susurró entre toses, intentando fijar la mirada sobre ella.Se hizo el silencio unos instantes. Unai pudo centrar la mirada de forma débil y perdida sobre los ojos de Aya, que parecían tan húmedos como el resto de su cuerpo tras salir del río. ¿Acaso había estado llorando?
– ¡
Idiota!

Aya se le echó al cuello con un abrazo tan fuerte que durante un par de segundos se le olvidó incluso el dolor de los pulmones.

– Q-Qué susto me has dado... Dios... No vuelvas... - Se apartó de él unos segundos para sujetarle las mejillas entre sus manos. – A hacerme eso nunca... ¡Nunca! ¿Me oyes?

Como toda respuesta,
Unai simplemente la sonrió ladino y le colocó una mano en la cintura, para tranquilizarla. Estaba bien, no tenía que preocuparse, no volvería a dejarla nunca si podía evitarlo.Aya entonces volvió a la tierra, bajando de su nube anclada en la profundidad de sus ojos, y le repasó el cuerpo con la mirada de arriba abajo. ¿De dónde venía entonces la sangre? No se cortó un pelo y le levantó la camiseta de golpe. Unai hizo un comentario sarcástico, sin entender qué hacía, pero ella ni lo escuchó, siguió buscando. Y no vio nada. <<Entonces...>>
Se miró a sí misma. La pierna. Allí donde aquel golpe tan exagerado le había dado, ahora sangraba hasta hacer que un reguero la siguiese por donde quiera que fuese. No quiso levantarse el pantalón para ver qué era lo que había ahí debajo, pero
Unai se la adelantó. Ella habría hecho exactamente lo mismo.

– No te muevas. – Dijo.

Con un gesto serio, insistente, la obligó a tumbarse. Un dolor intenso la recorrió el cuerpo entero cuando sus manos se dirigieron a su pernera del pantalón y la subieron despacio. No quería mirar... No quería. No lo haría.

Mierda... - <<¿Qué es? ¿Qué pasa?>> Pero no preguntó nada. – Un hierro, te ha atravesado la pierna.
– No lo saques.
– ¿Qué...?
¿Estás loca? ¡Así no puedes caminar!

Unai alzó la mirada furioso a los ojos de Aya, cuando vio que ella atendía con gesto fúnebre a otra cosa. Giró el rostro, y comprendió.


Por encima de ellos se acercaban al menos tres de aquellos seres, que parecían acabar de darse cuenta de su presencia.
Ambos dejaron lo que estaban haciendo para sacar sus armas, pero ninguna de ellas funcionó.
Estaban empapadas. Aya quiso sacarse el cuchillo que llevaba en el pantalón, pero al intentarlo rozó contra el hierro clavado en ella y gritó como si la hubiesen disparado. Aquellos seres reaccionaron y echaron directamente a “correr” hacia ellos. Unai les esperó de pie, con una pequeña espada entre las manos. Aya quiso hacer algo, pero simplemente no podía moverse, el dolor le llenaba la mente. Aún así insistía en coger su arma. No hizo falta, Unai sabía lo que hacía, y despachó a los tres sin mucho esfuerzo en menos de veinte segundos. Tras hacerlo, se quedó de rodillas tosiendo, expulsando los pocos resquicios de agua que le quedaban en el pecho. Su rodilla fue a dar sobre el pecho de uno de aquellos seres, y se manchó de una sangre putrefacta y ya fría.

– ¿Estás bien? - Preguntó
Aya, incorporándose.
– Soy duro de pelar.

Se acercó hasta que estuvo al lado de ella y le puso un brazo alrededor de la cintura para ayudarla a levantarse.

Tenemos que encontrar refugio antes de que anochezca.
– ¿No podemos volver al de antes? - Preguntó ella, pensando en su hermano.
– Imposible, no se cuánto nos ha arrastrado el río pero... No nos daría tiempo a regresar. Además, está plagado.
– ¿Entonces...?
– Encontraremos algo.

Llegaron a la carretera mientras Unai mantenía su espalda en alto con un brazo y sostenía a Aya con el contrario.

Tardaron en encontrar un piso en el que poder entrar, que estuviese abierto pero fuese seguro.
Cuando se hicieron con uno se aseguraron de que fuese lo suficientemente alto como para saber que esos seres no llegasen con facilidad. La suerte estuvo de su lado, pues no se encontraron ni uno en el camino, y estuvieron a cubierto antes del anochecer. La hora punta. Aquellas criaturas no tenían ni los oídos ni el olfato tan desarrollado como para encontrarlos allí. Unai se empeñó en subir a Aya los últimos pisos en brazos, aunque ella se negase rotundamente, pues parecía ya demasiado cansada como para hacerlo por sí misma. Una vez dentro, tapiaron la entrada con todo lo que encontraron y Aya se dejó caer sobre el sofá con todo su peso, cerrando los ojos. Estaba empapada, dolorida, cansada... Y sentía una inmensa opresión en el pecho que susurraba por su hermano a cada segundo que pasaba, preocupada.
Unai mientras tanto seguía tapiando la puerta.

Mientras tanto
Aya aprovechó para arrancar un trozo de la tela del sofá, y tomó rumbo al baño, cojeando. Vio la bañera. <<Que recuerdos...>> se acercó a ella y entró dentro, con cuidado para no caerse. Una vez allí, se quitó los pantalones, la chaqueta y las armas, y los dejó caer fuera, extendiendo la pierna. Mordió el trozo de tela, y se aferró al grifo con tanta fuerza como tenía con su mano derecha. De un tirón, se arrancó el hierro. Ahogó el grito que profirió con la tela mientras notaba la sangre caer con fuerza al suelo de la bañera.
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Dejó caer la tela de su boca, repentinamente exhausta... Y gritó aun más fuerte, cuando sintió algo que no esperaba caer sobre ella.Unai escuchó el grito desde la puerta, y con la espada en alto de nuevo entró corriendo dando un portazo al cuarto de baño, esperándose cualquier cosa. Pero lo que encontró, en contra de todo pronóstico, fue a Aya y solo a ella, vestida únicamente con su camiseta blanca y la ropa interior mojándose con el agua de la ducha. La cara de ambos era de impacto. La de ella pasmada porque en aquel lugar hubiese agua potable, y funcionase incluso la caldera ¡Era agua caliente! y la de él por todo eso, y el añadido de encontrársela de aquel modo. Al tirar por culpa del dolor de arrancarse aquel hierro, Aya había accionado el grifo. Y Funcionaba. Simplemente no se lo podía creer... No podía. Y cuando se dio cuenta de que Unai la miraba, intentó cerrarlo avergonzada <<¡Estoy gastando éste agua! ¡Soy idiota!>> pero justo cuando iba a accionarlo, una mano la detuvo.

– Espera...

Tanto la mano como la mirada que él la dirigió eran totalmente decididas. Se quitó la chaqueta, dejó caer las armas a su espalda junto con sus botas, y entró dentro de la ducha con ella.

¿Qué estás...?

No pudo siquiera respirar cuando sintió sus manos rodearle la cintura. Unai la empujó para quedar debajo del agua, y Aya pudo notar el calor de ésta bajarle por la espalda, despacio.

Entre las gotas del agua y el vapor que poco a poco se formaba en la habitación, pudo ver el rostro de
Unai acercarse al suyo hasta quedar a escasos centímetros el uno del otro. Acababan de casi morir ahogados, e irónicamente estar ahí, bajo el agua una vez más, se había convertido en el mejor refugio posible. En el mejor lugar del mundo.

¿Y si en realidad estamos muertos? – Preguntó Aya, dudosa.

Agua y sangre se unían cayendo entre ambos sin descanso, formando un remolino grotesco que desaparecía por el sumidero.

No quiero comprobarlo nunca.

Habló tanto con su voz como con sus labios, que ahora, silenciosos, se acercaron a besar los de Aya con el mayor cariño y deseo posibles. El “Gong” del corazón de ambos, restallaba al unísono creando un coro magnífico con el agua, chocando en el suelo de la bañera.

<<¿Comprobarlo?>> Pensó Aya. No importaba. En aquel momento no. 

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Debo dar las gracias a Alfonso por la frase final de Unai. 
Cuando pregunté "¿Y si en realidad estamos muertos?" contestó "Que preguntita. No sé, contestaría que no quisiera comprobarlo nunca". 
Fue más que perfecto. Gracias. 

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